El verdadero perdedor del debate
La pregunta más repetida hoy -quién ganó el debate- es irrelevante.
Mucho más importante –y también más fácil de contestar- es otra que nadie se ha formulado.
¿Quién perdió?
A diferencia de la primera, ésta tiene una respuesta sencilla e indiscutible:
Tú.
Tú y los otros doce millones de espectadores que lo vieron. También quienes lo siguieron a través de la radio o internet, o quienes han padecido después los interminables resúmenes y valoraciones.
Un programa de televisión se hace para gustar a sus espectadores. Este se diseñó sólo para complacer a sus protagonistas.
Hasta el más mínimo detalle se había pactado con antelación. Una estructura monolítica y previsible. Una sucesión de monólogos tediosos. Cualquier posibilidad de espontaneidad o sorpresa estaba asfixiada de antemano.
Gracias a eso, los candidatos aceptaron participar.
A cambio, se defraudaron las expectativas de doce millones de espectadores, que esperaban asistir a un auténtico debate, ágil y dinámico, y tuvieron que conformarse con una pantomima aburrida y previsible.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio