martes, 4 de marzo de 2008

El verdadero perdedor del debate

La pregunta más repetida hoy -quién ganó el debate- es irrelevante.

Mucho más importante –y también más fácil de contestar- es otra que nadie se ha formulado.

¿Quién perdió?

A diferencia de la primera, ésta tiene una respuesta sencilla e indiscutible:

Tú.

Tú y los otros doce millones de espectadores que lo vieron. También quienes lo siguieron a través de la radio o internet, o quienes han padecido después los interminables resúmenes y valoraciones.

Un programa de televisión se hace para gustar a sus espectadores. Este se diseñó sólo para complacer a sus protagonistas.

Hasta el más mínimo detalle se había pactado con antelación. Una estructura monolítica y previsible. Una sucesión de monólogos tediosos. Cualquier posibilidad de espontaneidad o sorpresa estaba asfixiada de antemano.

Gracias a eso, los candidatos aceptaron participar.

A cambio, se defraudaron las expectativas de doce millones de espectadores, que esperaban asistir a un auténtico debate, ágil y dinámico, y tuvieron que conformarse con una pantomima aburrida y previsible.

jueves, 21 de febrero de 2008

Más profecías

Aquí ya predije que una película que todavía ni se ha rodado ganará los Goya. Después de eso, acertar quién ganará las elecciones me parece un reto muy asequible. Más cuando se tienen fuentes tan fiables como las mías.

El sondeo del CIS puede ser tendencioso.

Las encuestas pueden fallar.

Pero yo no. Porque me guío por el único indicador infalible:

La audiencia de “Escenas de matrimonio.”

Ha sido el fenómeno televisivo de la temporada. Después de un inicio titubeante en verano, su público subió hasta alcanzar los cinco millones de espectadores y rebasar el 30% de share.

En un país en el que un programa tan rancio y casposo es líder de audiencia, un partido de izquierdas no puede ganar unas elecciones.

Sin embargo, el PP va a perder. Por poco. Pero va a perder.

Ayer, “Escenas de matrimonio” se quedó casi en la mitad de sus récords de antaño. Marcó un escueto 17%. Competía contra la Champions, es cierto. Pero el hecho es que su época de gloria ha pasado. Sus números siguen siendo buenos, pero ya no excelentes, y el techo de los cinco millones está cada vez más lejos.

Su hegemonía ha terminado y ahora ha de repartir su franja horaria con programas que van desde el humor gritón de “El hormiguero”, hasta el sarcasmo deslenguado del Gran Wyoming, pasando por el karaoke recauchutado de Antena 3.

Y en un país en el que a la hora de la cena la gente prefiere reírse y cantar en lugar de indigestarse con un sainete trasnochado, un partido de izquierdas tiene casi ganadas las elecciones.

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martes, 12 de febrero de 2008

Agitado pero no revuelto

Me voy dos semanas de vacaciones y cuando vuelvo a la industria no la reconoce ni la cámara que la parió. Han quitado “Aquí hay tomate” y La Soledad” ha triunfado en los Goya. Ambos cataclismos darían para depositar aquí un análisis sesudo sobre las contradicciones del audiovisual postmoderno, pero estoy ocupado coleccionando los titulares más estúpidos que se han escrito a cuento de tales acontecimientos. Mis favoritos son “El orfanato no estaba solo” y “El tomate ya no da la lata”, pero hay otros que recurren a juegos de palabras aún más penosos.

Ejecutivos del mundo, miembros de la Academia: no decidamos nada más. Nuestra frágil industria no resistiría otro terremoto como los que se han producido en la última semana y media. Yo, por mi parte, no pienso tomar ni una determinación, por pequeña que sea. A cambio, voy a dedicar esta tregua a difundir profecías. La primera:

“Gordos”, la próxima película de Daniel Sánchez Arévalo, recibirá varias nominaciones a los Goya, entre ellas el de mejor película y mejor actor o actriz. Ganará al menos uno de esos premios.

Y si no, al tiempo.

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martes, 22 de enero de 2008

Incluso en las mejores familias

El de los ejecutivos de televisión es un mundo pequeño. Todos nos conocemos. Podría decirse que somos como un grupo de amigos. Prácticamente una familia.

Una familia disfuncional, eso sí.

Nos robamos series. Nos robamos los actores de las series. Nos robaríamos más cosas, pero eso ya sería delito.

¿Compañerismo? ¿Ética empresarial?

Ese día ninguno fuimos a clase. Por eso, y como pasa en todas las familias mal avenidas, no nos hablamos los unos con los otros.

Afortunadamente, esa falta de comunicación está empezando a solucionarse. En las familias de verdad, la gente se emborracha en navidades y se canta las cuarenta. Nosotros, que no creemos en la navidad y tenemos muchas cosas que decirnos, nos escribimos cartas.

En una carta, Grundy acusa a Gestmusic de plagio y amenaza con demandarlos.

También por carta, Gestmusic responde que de plagio nada, que ellos no copian a nadie porque bastante ocupados están copiándose a sí mismos

El tono intimidante de la primera y el cachondeo de la segunda son pura anécdota. Reproches, amenazas, viejas rencillas: los elementos típicos de las cartas familiares. Pero como en éstas, lo que se transmite soterradamente es una desesperada necesidad de cariño y reconciliación. ¡Por fin la comunicación vuelve a fluir entre nosotros! Y no cualquier comunicación: ¡dos ejecutivos que se cartean como adolescentes! ¿No es entrañable?

No.

Porque si continúa el malentendido, esta disputa podría acabar en los juzgados. Y sería una lástima. Donde realmente debería resolverse es un plató de televisión: sería perfecto para un especial de “Hay una carta para ti”.

domingo, 20 de enero de 2008

Buenas compañías

En Little Big Horn, 600 soldados del Séptimo de Caballería fueron masacrados por 6.000 indios.

Lope de Aguirre tenía a su mando ciento ochenta y seis soldados cuando le declaró la guerra al Imperio.

Tampoco en las Termópilas estuvo la cosa muy igualada. 300 espartanos lucharon hasta la muerte contra un ejército mil veces mayor.

Esas batallas parecen igualadas comparadas con la que empiezo hoy:

Yo contra todos los blogs de televisión del mundo.

Los hay irónicos y sesudos. Informativos y divertidos. Únicos y miméticos. Bien y mal informados. Profesionales y amateurs. Apocalípticos e integrados.

Solo hay una cosa que todos tienen en común.

Los críticos.

Los espectadores.

Los profesionales.

Los expertos.

Todos odian a los ejecutivos de televisión.

Nos culpan de la telebasura y de la contraprogramación.

Por nuestra culpa los hombres son machistas: las mujeres, objetos; los adolescentes, autistas; los niños, analfabetos.

Por nuestra culpa las pausas de publicidad son largas, subió la gasolina y se hundió el Titanic.

Aún así, no les guardamos rencor.

Y para demostrarlo, les damos la bienvenida. A partir de hoy, nos acompañarán justo aquí al lado.

Los enemigos, cuanto más cerca, mejor.

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domingo, 13 de enero de 2008

Buenos propósitos

Tengo un Jaguar XKR. Una casa de mil metros en La Moraleja. Un sueldo anual con cinco ceros. Y un problema:

Cuando lo has conseguido todo, ¿qué propósitos puedes hacer para el año nuevo?

No pienso ser mejor persona: adoro la inmoralidad. No necesito adelgazar. Ya dejé de fumar el año pasado: me pasé a la cocaína, que está mejor vista que el tabaco. ¿Apuntarme a un gimnasio? Voy tres veces por semana -aunque no sería mala idea apuntarme a otro: ya me he tirado a las que valen la pena de este-.

Así que solo se me ocurre una cosa

Quiero que dejes de odiarme.

No me importa que me detestes. Desde pequeño estoy acostumbrado a que la gente me aborrezca. Es el precio que pagamos los que somos distintos –por qué no decirlo-, los que somos mejores. Pero es que ahora sois millones.

Una cantidad que, aun siendo monstruosa, no es el problema. El problema principal es más bien cualitativo: vuestro odio es injustificado.

No me interpretes mal. Sé que tenéis vuestros motivos. Soy una mala influencia para vuestras familias. Hago que os sintáis pobres, gordos y vulgares. Maleduco a vuestros hijos. Os trato como idiotas. Decís que soy un manipulador, cínico y aprovechado.

Y tenéis razón.

En una época menos civilizada, me habríais quemado en la hoguera.

En esta, tengo incentivos, plaza de parking y un plan de jubilación millonario.

¿Mi secreto?

Me necesitáis.

Desesperadamente.

En otros tiempos hacían falta héroes y reyes, profetas y filósofos, guerreros y santos.

Hoy, sólo los ejecutivos de televisión somos verdaderamente imprescindibles.

¿Que no?

Haz la prueba. Puedes imaginar un mundo sin ejércitos. Puedes imaginar un mundo sin gobiernos. Puedes imaginar un mundo sin religión.

¡Pero no resistirías ni un día sin televisión!

Ahí entro yo. Alguien tiene que decidir qué es lo que se asoma a la pantalla del dichoso trasto.

Y por eso cada noche me odian millones de personas.

Así que mi propósito para el año nuevo es conseguir que me conozcáis mejor. Por eso he abierto este blog. Os ayudará a comprenderme más. Servirá para aclarar ciertos malentendidos. Descubriréis el tipo de persona que soy en realidad.

Y seguiréis odiándome, pero mejor: ya no será por los motivos equivocados.

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