Incluso en las mejores familias
El de los ejecutivos de televisión es un mundo pequeño. Todos nos conocemos. Podría decirse que somos como un grupo de amigos. Prácticamente una familia.
Una familia disfuncional, eso sí.
Nos robamos series. Nos robamos los actores de las series. Nos robaríamos más cosas, pero eso ya sería delito.
¿Compañerismo? ¿Ética empresarial?
Ese día ninguno fuimos a clase. Por eso, y como pasa en todas las familias mal avenidas, no nos hablamos los unos con los otros.
Afortunadamente, esa falta de comunicación está empezando a solucionarse. En las familias de verdad, la gente se emborracha en navidades y se canta las cuarenta. Nosotros, que no creemos en la navidad y tenemos muchas cosas que decirnos, nos escribimos cartas.
En una carta, Grundy acusa a Gestmusic de plagio y amenaza con demandarlos.
También por carta, Gestmusic responde que de plagio nada, que ellos no copian a nadie porque bastante ocupados están copiándose a sí mismos
El tono intimidante de la primera y el cachondeo de la segunda son pura anécdota. Reproches, amenazas, viejas rencillas: los elementos típicos de las cartas familiares. Pero como en éstas, lo que se transmite soterradamente es una desesperada necesidad de cariño y reconciliación. ¡Por fin la comunicación vuelve a fluir entre nosotros! Y no cualquier comunicación: ¡dos ejecutivos que se cartean como adolescentes! ¿No es entrañable?
No.
Porque si continúa el malentendido, esta disputa podría acabar en los juzgados. Y sería una lástima. Donde realmente debería resolverse es un plató de televisión: sería perfecto para un especial de “Hay una carta para ti”.